NUESTRA MADRE EN SUS APARICIONES ALREDEDOR DEL MUNDO SIEMPRE HA INSISTIDO EN HACER PENITENCIA Y AYUNO. A CONTINUACION UN TEXTO CON ENSEÑANZAS DE LOS SANTOS PARA AQUELLOS QUE QUIEREN ESCLARECER UN POCO ESTE TEMA.

La enseñanza de Jesús

* Jesucristo nos enseñó una Verdades perennemente actuales: el camino de Cristo es un camino de Cruz; un camino que lleva a sufrir con Él, a corredimir con Él y a resucitar con Él.

El Evangelio nos transmite estas palabras de Jesús:

o El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que la perdiere por mí, la encontrará (Mt. XVI, 25).

o …porque si el grano de trigo que cae en la tierra no muere queda solo; pero si muere, produce mucho fruto(Io. XII, 24).

o Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición, y son muchos los que por ella entran. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida, y qué pocos los que dan con ella! (Matth. VII, 13-14).

* Jesús aceptó libremente la mayor mortificación, la muerte en la Cruz,porque sabía que era su camino para redimir a todos los hombres y cumplir la voluntad de Dios Padre.

Por esa razón le dijo a Simón Pedro, elegido por Cabeza de la Iglesia, cuando intentaba alejarle de los sufrimientos de su Pasión: apártate de mí, Satanás, que me escandalizas, porque no gustas de las cosas de Dios, sino de las cosas de los hombres (Matth. XVI, 23).

* Y Jesús nos enseñó que el Camino de la Cruz es también nuestro camino para cumplir la voluntad de Dios.

— si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, tome su cruz de cada día y me siga (Luc. X, 23).

* Esto explica que la señal del cristiano sea la Santa Cruz.

Las enseñanzas de los Apóstoles

* Los Apóstoles nos recordaron la necesidad de tomar la cruz de Cristo, con su vida—que acabó en el martirio— y su doctrina.

* San Pedro:

— …gozaos al participar de la Pasión de Cristo, para que también exultéis gozosos en la revelación de su gloria (I Petr. IV, 3).

* San Pablo:

— Estoy clavado en la Cruz juntamente con Cristo. Y yo vivo, o más bien, no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en mí(Gal. II, 19-20).

— Traemos siempre en nuestro cuerpo por todas partes la mortificación de Jesús, a fin de que la vida de Jesús se manifieste también en nuestros cuerpos (II Cor. IV, 10).

— Si vivís según la carne, moriréis; si con el espíritu mortificáis las obras de la carne, viviréis (Rom. VIII, 13).

— Al presente me gozo de lo que padezco por vosotros, y estoy cumpliendo en mi carne lo que resta que padecer a Cristo, a favor de su Cuerpo, que es la Iglesia (Col. I, 24).

— Los judíos piden señales, y los griegos buscan la sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos y necedad para los gentiles (I Cor. I, 22-23).

— Hay muchos que andan, ya os lo decía con frecuencia, y ahora lo digo llorando, como enemigos de la cruz de Cristo: cuyo fin es la perdición, cuyo Dios es el vientre, y la confusión será la gloria de los que gustan de las cosas terrenas (Philip. III, 18-19)

Las enseñanzas de la Iglesia

* La Iglesia ha enseñado siempre la necesidad de vivir la mortificación cristiana.

* La obra de la Redención continúa en la Iglesia, que centra su vida entera en el Santo Sacrificio de la Misa.

* El Concilio Vaticano II enseñó:“

“En los varios géneros de vida y ocupaciones, es una sola la santidad que se cultiva por todos los que obran movidos por el Espíritu de Dios y que, obedeciendo a voz del Padre y adorando a Dios Padre en espíritu y en verdad, siguen a Cristo pobre, humilde y cargado con la cruz, para merecer participar de su gloria”

(Constitución dogmatica Lumen Gentium n. 41).

Las enseñanzas de los santos

* Los santos de ayer y de hoy han enseñado siempre la necesidad de la mortificación para unirse a Cristo.

* Los santos sabían que los pecados de los hombres oprimieron a Humanidad Santísima de Jesucristo, y quisieron expiar por sus propios pecados y por los pecados de los de los demás, uniéndose a su Cruz, por amor, libremente, mediante la mortificación.

La mortificación cristiana puede ser de muchos tipos.

* San Agustín:

“Esa cruz que el Señor nos invita a llevar, para seguirle más deprisa ¿qué significa sino la mortificación?” Epist. 243, 11

* San Gregorio Magno:

«Pasó el tiempo de las persecuciones, pero también nuestra paz tiene un martirio propio: no doblamos ya nuestro cuello bajo el hierro, pero con la espada del espíritu nosotros mismos matamos los deseos carnales de nuestra alma».

* Santa Brígida:

«Has de saber, hija mía, que mis caudales y tesoros están cercados de espinas, basta determinarse a soportar las primeras punzadas, para que todo se trueque en dulzuras.»

* San Francisco de Borja:

«Para poder sufrir más, Cristo no abrió enseguida su costado. Lo abrió después de morir, para revelar el amor de su corazón, para enseñarnos que el amor no se hace espiritualmente presente antes de la muerte del hombre viejo que vive en nosotros según la carne.»


* Santa Teresa de Jesús:

«El amor de Dios se adquiere resolviéndonos a trabajar y a sufrir por Él».

* San Juan de la Cruz:

«El amor no consiste en grandes cosas, sino en tener grande desnudez y padecer por el Amado»

El Señor se le apareció con la cruz a cuestas y le dijo: «Juan, pídeme lo que quieras», El Santo respondió: » Padecer, Señor, y ser por Vos despreciado».

* San Francisco de Sales:

«El corazón lleno de amor ama los mandamientos, y cuanto más difíciles son, los encuentra más dulces y agradables, porque complacen más el Amado y le dan más honor.»

«Hay que dejar que rodeen nuestro cerebro las espinas de las dificultades, y dejar traspasar nuestro corazón por la lanza de la contradicción; beber la hiel y tragar el vinagre, ya que eso es lo que Dios quiere».

«Besad de corazón frecuentemente las cruces que Nuestro Señor mismo pone sobre vuestros hombros; no miréis si son de madera preciosa o perfumada; ellas son más cruz cuanto sean de una madera más vil, abyecta y maloliente».

* San Luis María Griñón de Monfort:

«En efecto, toda la perfección cristiana consiste:

1. En querer ser santo: «El que quiera venirse conmigo».

2. En abnegarse: «que reniegue de sí mismo».

3. En padecer: «que cargue con su cruz».

4. En obrar: «y me siga» (Amigos de la Cruz)

* Santa Micaela del Santísimo Sacramento:

«Los santos no nacieron santos; llegaron a la santidad después de una larga continuidad de vencimientos propio.»

* Santa Gema Galgani:

«Jesús, Dueño mío… Cuando mi cabeza se acerque a la tuya, hazme sentir el dolor de las espinas que te punzaron. Cuando mi pecho se recline sobre el tuyo, haz que yo sienta la lanzada que te traspasó”.

* San Josemaría Escrivá:

“Si no eres mortificado nunca serás alma de oración”. Camino n. 172.

“Esa palabra acertada, el chiste que no salió de tu boca; la sonrisa amable para quien te molesta; aquel silencio ante la acusación injusta; tu bondadosa conversación con los cargantes y los inoportunos; el pasar por alto cada día, a las personas que conviven contigo, un detalle y otro fastidiosos e impertinentes… Esto, con perseverancia, sí que es sólida mortificación interior”.Camino, n. 173.

“Busca mortificaciones que no mortifiquen a los demás”. Camino, n. 179.

Incomprensiones: la Cruz, “escándalo para los gentiles”

* Desde el siglo I han ido surgiendo ideologías que no comprenden el sentido novedoso de la mortificación cristiana:

o El paganismo. Los cristianos actuales sufren la misma incomprensión que los primeros cristianos, que vivían en un mundo pagano y decadente, donde se daba, igual que ahora, un gran naturalismo libertino. No comprendían el mensaje nuevo y liberador del cristianismo, que ayuda a superar las tendencias del hombre viejo.

o El materialismo marxista del siglo XIX o el ideario consumista del pasado XX.

o Y otras viejas teorías del siglo XVIII y XIX, como el positivismo cientifista.

o Aunque estas doctrinas estén trasnochadas o superadas, siguen vigentes algunos de sus tópicos, asumidos acríticamente por muchos.

Desde los primeros siglos del cristianismo los cristianos han sufrido, de un modo u otro la burla intolerante ante la mortificación cristiana.

— Se conservan inscripciones denigratorias del mundo romano, como el dibujo de un burro crucificado para insultar a los cristianos.

— Esa tradición intolerante y esa falta de respeto ante las creencias religiosas de los demás se perpetúa hoy en algunos medios de comunicación.

El fin de la penitencia no es el sufrimiento, sino el amor y la unión con Cristo.

La mortificación y la penitencia“interior” y “exterior”.

* Los santos han vivido la mortificación que llamaremos interior —sufrir con paciencia y humildad, por amor a Jesús (que también los sufrió), desprecios y humillaciones— y la mortificación que denominamos exterior (ayunos y prácticas de mortificación corporal), recordando siempre que esta mortificación exterior sin la mortificación interior es falsa.

* La mortificación interior reviste miles de formas: millones de cristianos viven abrazados a la Cruz de Cristo, aceptando y amando, en la normalidad de su vida corriente, la Cruz que Dios ha depositado sobre sus hombros:

o padres que ven con dolor como sus hijos son presa de la droga;

o mujeres que cuidan por amor, durante años, a sus hijos imposibilitados o a padres ancianos con enfermedades degenerativas;

o personas que sufren trastornos mentales o físicos muy dolorosos;

o personas que padecen la injusticia o la pobreza, en sus mil formas; que sufren los estragos de la guerra, o del terrorismo, o la desaparición de seres queridos…

La mortificación interior, según los santos

* La mortificación y penitencia más genuina del cristiano es la interior.

* Es el “martirio a alfilerazos” del que hablaba santa Teresa de Liseux: vencimiento en pequeñas cosas de cada día, sufridas por amor a Dios.

* Los santos sitúan la mortificación interior, aceptada o buscada por amor a Cristo, muy por encima de la mortificación corporal exterior (ayunos, uso de cilicios, disciplinas, etc.).

o San Francisco de Sales

«El grado mas perfecto de humildad es complacerse en los menosprecios y humillaciones. Vale mas delante de Dios un menosprecio sufrido pacientemente por su amor, que mil ayunos y mil disciplinas.»

* San Josemaría: ¿qué es penitencia?

“Pídele al Señor que te ayude a fastidiarte por amor suyo; a poner en todo, con naturalidad, el aroma purificador de la mortificación; a gastarte en su servicio sin espectáculo, silenciosamente, como se consume la lamparilla que parpadea junto al Tabernáculo.

Y por si no se te ocurre ahora cómo responder concretamente a los requerimientos divinos que golpean en tu corazón, óyeme bien.

Penitencia es el cumplimiento exacto del horario que te has fijado, aunque el cuerpo se resista o la mente pretenda evadirse con ensueños quiméricos.

Penitencia es levantarse a la hora.

Y también, no dejar para más tarde, sin un motivo justificado, esa tarea que te resulta más difícil o costosa.

La penitencia está en saber compaginar tus obligaciones con Dios, con los demás y contigo mismo, exigiéndote de modo que logres encontrar al tiempo que cada cosa necesita.

Eres penitente cuando te sujetas amorosamente a tu plan de oración, a pesar de que estés rendido, desganado o frío.

Penitencia es tratar siempre con la máxima caridad a los otros, empezando por los tuyos.

Es atender con la mayor delicadeza a los que sufren, a los enfermos, a los que padecen.

Es contestar con paciencia a los cargantes e inoportunos.

Es interrumpir o modificar nuestros programas, cuando las circunstancias –los intereses buenos y justos de los demás, sobre todo– así lo requieran.

La penitencia consiste en soportar con buen humor las mil pequeñas contrariedades de la jornada;

en no abandonar la ocupación, aunque de momento se te haya pasado la ilusión con que la comenzaste;

en comer con agradecimiento lo que nos sirven, sin importunar con caprichos.

Penitencia, para los padres y, en general, para los que tienen una misión de gobierno o educativa, es corregir cuando hay que hacerlo, de acuerdo con la naturaleza del error y con las condiciones del que necesita esa ayuda, por encima de subjetivismos necios y sentimentales.

El espíritu de penitencia lleva a no apegarse desordenadamente a ese boceto monumental de los proyectos futuros, en el que ya hemos previsto cuáles serán nuestros trazos y pinceladas maestras. ¡Qué alegría damos a Dios cuando sabemos renunciar a nuestros garabatos y brochazos de maestrillo, y permitimos que sea El quien añada los rasgos y colores que más le plazcan! (Amigos de Dios).

Las prácticas de la mortificación exterior, de la penitencia corporal.

* Estas prácticas, tan arraigadas en las tradiciones del pueblo cristiano, buscan la unión con Cristo.

* Cuando son auténticas y siguen las normas de prudencia de la Iglesia no son, en modo alguno, un esfuerzo estoico o masoquista, o un soberbio dominio de sí mismo.

* Los fines de la penitencia corporal exterior son los mismos que los del Calvario y de la Misa: Cristo padeció por nosotros, dándonos ejemplo para que sigamos sus pisadas (I Petr. II, 21).

* Algunas practicas de mortificación y penitencia corporal, “exteriores”: penitentes procesionales, peregrinos, uso del cilicio y de las disciplinas, ayuno, etc.

o El pueblo cristiano vive en la actualidad muchas prácticas de mortificación exterior y de muy diversas maneras:

o Salir en procesión penitente durante la Semana Santa.

Es la más popular. Millares de fieles cristianos viven esta mortificación, que consiste en acompañar durante horas, con el rostro cubierto, descalzos, etc., al Señor en los días de su Pasión.

Esta práctica de penitencia -muy enraizada en el sentir popular- se vive con características propias en países como Italia, España, muchas naciones de América y en Filipinas.

En muchos pueblos de Italia, América y España se escenifica la Pasión de cristo en Semana Santa, con el deseo de asociarse a los dolores del Redentor.

*IR EN PEREGRINACION*

Millones de personas han encontrado a Dios por esta vía: caminando, soportando el frío, el polvo, el viento y las incomodidades del viaje.

Así lo han hecho, desde hace muchos siglos —y en la actualidad, con renovado ímpetu— los verdaderos peregrinos del Camino de Santiago, en Galicia.

*AYUNAR*

La Iglesia enseña que se debe ayunar en determinadas circunstancias (Viernes de Cuaresma, Miércoles de Ceniza, Viernes Santo); pero hay muchos cristianos que ayunan en otras ocasiones -por ejemplo, todos los viernes- por amor a Cristo; o se privan de pequeños gustos (tabaco, distracciones, etc.)

Miles de personas observan dietas estrictas, que ayunan para adelgazar o conseguir una buena forma física: pero ése no es el fin del ayuno cristiano.

¿Qué se entiende por ayuno y abstinencia?

Por ayuno se entiende el hecho de consumir sólo una comida al día, sin que quede prohibido el tomar algún alimento en la mañana y por la noche. (La Santa Virgen en sus apariciones pide ayuno miercoles y viernes de 24 hs a pan y agua y en pequeñas cantidades.)

Por abstinencia se entiende el hecho de privarse de comer carne.

Esto también supone que la comida debe ser austera, sin buscar la exquisitez de la calidad o de la cantidad.

¿Quiénes están llamados al ayuno y a la abstinencia?

La Iglesia establece el ayuno para los que hayan cumplido la mayoría de edad y hasta los 59 años. La abstinencia de carne es para los que tienen 14 años en adelante.

A diferencia de la oración, el ayuno no es un fin en sí , sino tan solo un medio. El valor de las privaciones corporales depende de esa penitencia interior, de la cual son la expresión y que sólo Dios conoce.

La práctica del ayuno se encuentra en la mayoría de las religiones de la antigûedad. Se enlaza con la idea general de sacrificio, por la cual el hombre atestigua que reconoce la soberanía de Dios. Todo lo que posee viene de Él. Y debe darle gracias por ello. Se privará con este fin del fruto de su trabajo y llevará al altar las primicias de sus cosechas, o bien inmolará el cordero más hermoso de su rebaño.

Pero de todos los bienes que Dios le ha colmado, el más preciado es el de su propia vida. Es evidente que el hombre no ha de aniquilarla, pero absteniéndose de los alimentos confiesa que Dios es el único dueño de su vida y que él vuelve a ponerla entre sus manos.

El hombre pecador manifiesta sensiblemente el arrepentimiento de sus culpas.

¿Comer y beber? No se tienen ganas de hacerlo cuando se está con pena. Del mismo modo cuando nos percatamos de que nuestros pecados son negativas de amor, debemos estar sinceramente afligidos de haber respondido tan mal a la bondad del Padre que nos habla.

No parece que ningún ayuno fuera instituido por los Apóstoles. Sin embargo, vemos que recurrieron a él en graves circunstancias, como para volverse más dóciles a la acción del Espíritu Santo.

Molestarse por los demás sin que éstos se den cuenta. No estar del todo bien para que ellos estén un poco mejor. Pero eso en el secreto. Que sólo Dios lo sepa. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

¿Cuál es el fundamento de todo esto? Una frase de Nuestro Señor nos iluminará: «Mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en Mí no lleve fruto, lo cortará; y todo el que de fruto, lo podará para que de más fruto.»

La mortificación puede aparecer a una mirada superficial como una medida relativa, como un esfuerzo inútil; pero en realidad contribuye al mejoramiento de nuestra vida espiritual.

Extracto del libro «En lo Secreto» de Chevrot

Dormir en el suelo, uso de el cilicio y de las disciplinas, etc.

Estas prácticas forman parte de una tradición de siglos dentro de la la Iglesia. Muchos sacerdotes, religiosos y laicos las viven en la actualidad.

* Los santos han recordado siempre a los cristianos que las usan que deben vivirse con humildad y siempre moderadas en la dirección espiritual.

San Ignacio de Loyola las denominaba “penitencias externas” en sus famosos Ejercicios, nº 87.

Se viven con diversas formulaciones según los diversos carismas de la Iglesia. Estos objetos de mortificación suelen estar a la venta en monasterios.

* De todos modos, no es lo mismo mortificarse, obviamente, por corredimir por Cristo, que por hacer deporte. Desde hace siglos hay cristianos que duermen sobre superficies duras para unirse con la cruz de Cristo. Esto es mortificación, pero no lo es el simple dormir en el suelo, porque para muchos montañeros del mundo constituye un verdadero gozo dormir en el suelo en el monte.

*CILICIO*

Su uso tiene origen bíblico: «cubrirse de cilicio y de ceniza».
Se llama así porque la materia provenía especialmente de Cilicia: un vestido de piel de cabra o de camello que, al contacto con la piel, era un instrumento de penitencia. Parece que fue santa Catalina de Siena la que difundió y comenzó a usar el cilicio en la versión actual, cuyo uso no produce grandes molestias y es llevadero, como confirma la experiencia de siglos, por todo tipo de personas. Un ejemplo entre muchos es el del Canciller de Inglaterra, santo Tomás Moro.

Se pueden contemplar los cilicios que usaron los santos en diversas ciudades del mundo. Por ejemplo, en Ávila (España) se exponen en un museo los instrumentos de mortificación de Santa Teresa de Jesús.

* Afirma el estudioso Louis Gougaud: “Una mirada a las vidas de los santos modernos lleva a afirmar que no estamos en manera alguna ante una mortificación perimée ”(desfasada, superada).

* Mons. Hervás: Manual de dirigentes para cursillistas (Cursillos de Cristiandad)

Tampoco puede omitirse que, mientras sacerdotes y dirigentes seglares dan un Cursillo, están respaldados por las oraciones y sacrificios de una retaguardia orante.

El Seminario Diocesano, las comunidades religiosas, todos los cursillistas con sus familias están haciendo el más importante de los apostolados: el de la oración. Rosarios, viacrucis, días sin fumar ni beber vino, no tomar postre en las comidas, horas de cilicio, ayunos y disciplinas, ratos de silencio en el taller, de trabajo, son garantías de éxito sobrenatural y apostólico para quienes dirigen el Cursillo.

Os podría contar casos verdaderamente edificantes. Niños que se privan del postre, largos viajes a pie…<<

Robert Morlino, obispo norteamericano, escribe acerca de la visión que da acerca del cilicio y las disciplinas el Código da Vinci Fuente: The Catholic Herald Online.

«las insinuaciones de éste libro acerca de los miembros del Opus Dei implicaría en conspiraciones asesinas, etc; es completamente sin ningún mérito. Lo que más me molestó es que el autor se fija de una forma injusta en el uso de ciertos miembros del Opus Dei la penitencia corporal en referencia al flagelo (o disciplinas) (un azote pequeño de cuerdas con que alguién pueda golpearse la espalda para semejar el dolor del sufrimiento de Cristo).

El otro instrumento de penitencia corporal del libro es el «cilice» (cilicio) que también puede ser llamado la «catena» que en latin significa cadena, que se pone alrededor del estómago o la pierna, para que provoque malestia, de nuevo otra forma de recordarnos y compartir el sufrimiento de Cristo. El uso del flagelo no se creó con la idea de sacar sangre ni tampoco el uso de la cadena (o cilicio).

El uso de estas penitencias como las describe el libro de Brown insinuarían un cierto masoquismo estructurado en la espiritualidad del Opus Dei lo cual es indignante. De hecho el uso del flagelo y la cadena no son únicos del Opus Dei. Tienen una tradición extensa en la práctica de la Iglesia y del Opus Dei como muchas otros movimientos o comunidades religiosas que simplemente los adoptaron.

Cuando yo fue novicio Jesuita (1964-1965) nos pidieron que discutierámos el uso del flagelo y la cadena con el Director de los novicios o en forma individual. El no siempre daba permiso para su uso- en la mayoria de los casos sí dio permiso – pero siempre revisando su uso y considerando sus alternativas con cada novicio para que la dinámica de la penitencia se mantuviera de acuerdo a lo establecido y que no hubiera abuso o malentendidos.

Después de los dos años de noviciado yo personalmente usé las disciplinas y el cilicio con alguna frecuencia. La mayoria lo haciamos en esos días»

*DISCIPLINAS*

Los autores espirituales las llaman “disciplinas de devoción”. Como toda mortificación corporal, busca unir el alma con Cristo y dominar la sensualidad, etc.

San Francisco de Sales las recomendó a los laicos como devoción privada en su libro Introducción a la vida devota: “La disciplina encierra eficacia maravillosa para despertar el deseo de la devoción cuando se toma moderadamente”.

San Luis María Grignion de Montfort, escribe en sus Prácticas de perfección cristiana

«Tened mucho cuidado para no admitir en vuestra compañía a estos hombres delicados y sensuales, que se duelen de la menor molestia, que gritan y se quejan por el menor dolor, que jamás han conocido la cadenilla, el cilicio y la disciplina, ni otro instrumento alguno de penitencia, y que unen a sus devociones -aquellas que están de moda- una sensualidad y una inmortificación sumamente encubiertas y refinadas. »

San Marcelino Champagnat. Testimonio de Antonio Thermoz

«Las faltas de gula eran las que menos perdonaba. Consideraba a su cuerpo como a su mayor enemigo, y no dejaba de mortificarlo y de hacerlo sufrir mediante la disciplina y el cilicio.

Toda su vida usó de tales instrumentos de penitencia. (Idem, p. 70, 290-291) »

San Antonio María Claret (Biografía)

Todos los días en la mesa leíamos la vida del Santo;

» y además, con aprobación del Director, tres días a la semana: lunes, miércoles y viernes, tomaba disciplina, y el martes, jueves y sábado me ponía el cilicio. Con estas prácticas de devoción me volvía a enfervorizar, sin aflojar en el estudio, al que me aplicaba cuanto podía, dirigiéndolo siempre con la más pura y recta intención que podía.

El plan de vida que seguía era el siguiente. Todos los años hacia los santos ejercicios espirituales por diez días, cuya práctica he seguido siempre desde que empecé en el Seminario. Cada ocho días me reconciliaba.

Ayunaba los viernes y sábados, y tres días a la semana tomaba disciplina, esto es, el lunes, miércoles y viernes, y otros tres días que eran el martes, el jueves y el sábado me ponía el cilicio.»

Juan Pablo II escribe sobre San Serafín de Montegranaro:

«A las continuas penitencias libremente elegidas, entre las cuales figuraba el uso del cilicio y de la disciplina, unía la práctica diaria de sacrificios y renuncias, mientras que como limosnero recorría senderos polvorientos y soleados, compartiendo las incomodidades de muchos de sus contemporáneos.

Solía frecuentar los estratos menos ricos y más marginados de la población para percibir incluso sus necesidades ocultas, para aliviar sus penas físicas y espirituales. Mostraba la misma disponibilidad hacia cuantos llamaban a la puerta del convento.

Fue gran pacificador de las familias, formulando sabiamente, según las circunstancias, fuertes admoniciones, gestos de solidaridad amorosa y palabras de alentador consuelo.»

El Cura de Ars, siguiendo la tradición de la Iglesia, le recomendaba a un sacerdote que se quejaba de que los feligreses de su pueblo no se acercaban a Dios:

«¿Ha predicado usted? ¿Ha orado? ¿Ha ayunado? ¿Ha tomado disciplinas? ¿Ha dormido sobre duro? Mientras usted no se decida a esto, no tiene derecho a quejarse».

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